Ciencia y política

El plan del Gobierno para proveer energía a la IA y fundar una ciudad nuclear en la Patagonia

General08/07/2025FabioFabio
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Antecedente. El complejo nuclear Atucha, ubicado en la localidad de Lima (provincia de Buenos Aires), fue pionero en la región

La Argentina es un país que siempre está entrando, saliendo o transitando una crisis. Con ello vienen altos números de inflación, índices de pobreza en alza, problemas sociales y políticos. Sin embargo, en medio de ese panorama, el país conserva una joya poco visible: su desarrollo en energía nuclear. Con una comunidad científica de alto nivel y proyectos que marcaron hitos a escala global, Argentina logró destacarse a nivel regional: fue el primer país de América Latina en construir una central nuclear, en 1974.

Si bien después de Chernobyl el mundo entró en pánico con el término “nuclear”, asociado a tragedias humanas y desastres ambientales, hoy, en un contexto de creciente demanda energética —impulsada por la expansión de la inteligencia artificial y sus exigentes centros de datos— la energía nuclear reaparece como una solución limpia, estable y escalable; una opción con potencial para liderar la transición hacia una matriz más sostenible. En este contexto, el país busca emerger como un líder inesperado del sur global. En diciembre, el gobierno de Javier Milei anunció la creación del Consejo Nuclear Argentino y el lanzamiento del Plan Nuclear Argentino (PNA), con el objetivo de posicionar a la Argentina como un actor clave en el renacimiento de la energía atómica. Para el oficialismo, la oportunidad es histórica. Dejarla pasar, advierten, sería un “crimen”. Expertos consultados por LA NACION, sin embargo, son escépticos con los plazos del plan, con algunos de los objetivos planteados y con su viabilidad. Además, la financiación es poco clara. En una entrevista para LA NACION, Demian Reidel, jefe del Consejo de Asesores de Javier Milei y presidente del Consejo Nuclear Argentino, explicó algunos de los pormenores del plan. Según Reidel, hoy la carrera nuclear se enfoca en el desarrollo de los pequeños reactores modulares (SMR, por sus siglas en inglés). Estos sistemas pueden construirse con mayor rapidez (en alrededor cinco años), tienen un costo mucho más accesible (de entre 1000 millones de dólares a 4000 millones de dólares, dependiendo de la potencia y del enriquecimiento del uranio) y se adaptan a contextos más diversos, al no requerir conexión a redes eléctricas.
 
El ACR 300, la estrella del Plan Nuclear Argentino
Al igual que un reactor nuclear convencional, un SMR genera energía a través de la fisión de átomos de uranio, es decir que cuando el núcleo del uranio se divide se produce una liberación de calor enorme y esa energía térmica se emplea para calentar agua, la cual se transforma en vapor. El vapor, a su vez, hace girar una turbina que se encuentra conectada mecánicamente a un generador eléctrico, produciendo así electricidad.

El Plan Nuclear Argentino se divide en tres fases. La primera de ellas busca construir cuatro pequeños reactores modulares ACR 300 en el complejo nuclear Atucha, ubicado en la localidad de Lima (provincia de Buenos Aires). El espacio donde se llevará a cabo el desarrollo va a tener un nombre diferente a Atucha I, Atucha II o Embalse, con el fin de acentuar la diferencia entre los reactores. El nombre todavía no está definido. Estos SMR, diseñados por un grupo de ingenieros argentinos de la empresa INVAP, están financiados por un inversor norteamericano cuya identidad se desconoce. Los ACR 300 tienen una potencia de 300 megawats cada uno (1200 megawats en total) y una vez instalados, técnicos especialistas consultados por LA NACION estimaron que el total de energía nuclear dentro de la matriz energética del país podría subir de un 7% a un 12%. La patente de este SMR ya fue aprobada el año pasado en Estados Unidos y la idea es que el primero esté en funcionamiento dentro de cinco años. Una parte importante de esta primera etapa tiene que ver con que la Argentina sea el primer país -o en su defecto uno de los primeros- en vender este tipo de reactores al mundo. “La velocidad de desarrollo es esencial. Si tardamos diez años más, ya no alcanza”, señaló Reidel, quien hace poco menos de un mes asumió como Presidente de Nuclearis. “En este sector nadie cambia de reactor como cambia de auto. Cuando se elige uno, es una decisión que perdura. La oportunidad es ahora. Hay que aprovecharla”, señaló. Hoy hay solo 18 países en el mundo que están diseñando o desarrollando este tipo de reactores, entre los que se destacan Estados Unidos, Rusia, Canadá, China Japón, Reino Unido y Francia. La Argentina, según el físico, es pionera en el conocimiento de la realización de los SMR. En el año 1985, un grupo de ingenieros comenzó con la idea de desarrollar uno de estos SMR en el país, un proyecto que luego se conoció como el CAREM. Esta iniciativa, reconocida a nivel global, fue puesta en pausa por el Gobierno el año pasado, bajo la explicación de que el reactor, luego de todos los avances tecnológicos que fueron emergiendo, ya no era comercialmente viable ni competitivo. Los módulos tradicionales tardan en construirse aproximadamente 15 años y tienen un precio de 8000 millones de dólares. Además, presentan un alcance sobrecalificado para lo que busca el Gobierno. El objetivo sería construir centrales para abastecer los centros de datos que necesita el desarrollo de la IA. “No tiene sentido colocar estos sistemas para alimentar a los servidores de inteligencia artificial. Tienen que estar potenciados por un SMR”, aseguró a LA NACION Santiago Badrán, director ejecutivo de la empresa Nuclearis, una empresa privada argentina que tiene en fase de diseño el N1, un SMR de 17 megawats que estima comenzar a funcionar en 2031.
 
Uranio, la apuesta de la segunda parte
La segunda fase del plan nuclear tiene como objetivo convertir al país en un exportador estratégico de uranio, el mineral que funciona como combustible para los SMR. En un contexto donde la Argentina ya empiece a vender sus reactores al mundo -es decir, se complete exitosamente la primera etapa- y tenga una posición de poder en el mercado, la intención es aprovechar las ventas de los ACR 300 para asociarla a un compromiso de compra de uranio argentino. De acuerdo con un informe de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), la Argentina cuenta con 33.780 toneladas de uranio en la categoría de costo de producción de US$130 por kilogramo. Actualmente, el país importa de Kazajistán (junto con Canadá, son los dos principales productores de uranio del mundo) concentrados de uranio para cubrir la demanda local de unas 220 toneladas por año para fabricar el combustible de las centrales nucleares Atucha I, Atucha II y Embalse. La Argentina extrajo uranio hasta la década del 90 y lo hacía en Sierra Pintada, en Mendoza.

Julián Gadano, subsecretario de Energía Nuclear de la Nación durante la presidencia de Mauricio Macri, explicó a LA NACION que el hecho de que la Argentina hoy no extraiga su propio uranio tiene varias razones históricas. Por un lado, a partir de Chernobyl había un clima global antinuclear y antiminero, lo que llevó al Gobierno a limitar la actividad. Por otro lado, no había un marco económico para hacerlo, ya que el precio del uranio estaba bajo y su extracción tenía costos altos. “Hoy la situación cambió. El precio del uranio es más rentable y hay un clima tanto social como económico que acompaña”, señaló a LA NACION. En este sentido, Adriana Serquis, expresidenta de la CNEA durante el gobierno de Alberto Fernandéz, aseguró que es importante esta “revalorización” del uranio en nuestro país. “Es una posibilidad que vale la pena”, comentó. Durante su gestión, a pesar de los esfuerzos, no pudieron volver a poner en marcha las minas, pero dice que era un proyecto que estaba en el radar. “Es importante que en el proceso no se pierda la soberanía ni la potestad”, agregó enfatizando que es de suma relevancia ejercer esta actividad bajo todos los controles y regulaciones estatales necesarias. Al hablar de la venta de uranio, técnicos cercanos a la CNEA explicaron a LA NACION que extraer y vender únicamente el mineral no alcanza para que sea utilizable en los reactores modulares de tipo SMR. Para que el uranio sea funcional dentro de un reactor, es necesario completar todo el ciclo del combustible nuclear. Es decir, el mineral debe atravesar una serie de procesos industriales antes de transformarse en combustible apto. “Es como vender cartuchos para impresoras: nadie compra solo la tinta, sino todo el cartucho completo”, graficaron. La Argentina, en dicho escenario, tendría que tener la capacidad de poder vender el producto funcional entero.
 
La “ciudad nuclear” (y el verdadero potencial del país)
La tercera fase tiene como objetivo construir una ciudad nuclear patagónica. La idea es contar con un lugar que tenga una capacidad instalada de energía mucho mayor a la que necesita todo el país. “Será una ciudad completamente alimentada por energía eléctrica proveniente de la fuente más limpia que tenemos: la energía nuclear”, explicó Reidel. Este proyecto, aunque hoy parece ciencia ficción, busca ser un semillero para la instalación de centros de datos, donde las empresas ya contarán con la infraestructura necesaria. Hoy por hoy, en la Patagonia no está aprobada la construcción y el desarrollo de la energía nuclear. Aunque este último paso es lejano, la concreción de un plan nuclear parece esencial ante los ojos de técnicos especializados. Pablo Lacoste, ingeniero experto en tecnología nuclear y exfuncionario de la CNEA, dijo a LA NACION que es necesario para el país un verdadero plan que propicie una nueva etapa de desarrollo con fines pacíficos. “Aunque los recursos, el crecimiento y los resultados hayan variado a través del tiempo, las condiciones están dadas para seguir estando en los primeros niveles internacionales en la materia”, dijo. Sin embargo, aseguró que un verdadero plan nuclear debe ser parte de la planificación energética nacional y que, para que se entienda su viabilidad, el Gobierno debe proporcionar más detalles. “La escasa información hoy arroja más dudas que certezas”, criticó. Además, remarcó que en ocasiones pasadas donde el país ha adoptado decisiones trascendentes en el tema nuclear hubieron leyes de por medio. “Si hay seriamente un plan, merecería ser puesto al conocimiento de la opinión pública y de poderes competentes del Estado para su tratamiento”, dijo. En paralelo, la expresidenta de la CNEA Serquis enfatizó la relevancia de tener un buen equipo de profesionales trabajando en el proyecto. “Es una tarea que lleva tiempo y no hay que minimizarla”, explicó. Generalmente, según la referente, en planes de esta magnitud trabajan alrededor de 600 personas. También planteó que el número de cinco años para el funcionamiento es irrisorio porque, sumado a la solidificación de un equipo de profesionales, también está la tarea de construir una cadena de suministros -algo en lo que el CAREM sí venía con ventaja-, hacer la ingeniería y luego, finalmente, la construcción física. “El primero de su clase siempre lleva más tiempo”, comentó. Fuentes cercanas a la industria nuclear dijeron a LA NACION que sí creen que la Argentina tiene la capacidad de diseñar y desarrollar pequeños reactores modulares, pero que las otras partes del plan forman son una ambición poco realista en el marco del país de hoy. “La idea de base es buena, pero hay que ir por partes”, comentaron. “No es que la Argentina no lo pueda hacer [extraer uranio y construir una ciudad nuclear], pero hay que tener en cuenta que a escala global hay proveedores robustos que generan altos grados de competencia en el campo de minería de uranio”, explicaron. Por el momento, entonces, el paso clave es la coordinación entre todos los actores del sector nuclear. “Sin coordinación, el desarrollo será lento”, enfatizó Reidel a LA NACION. Además, desde el Gobierno ya comenzaron a movilizar este proyecto a escala internacional. El Jefe de Asesores viajó a Francia para tener conversaciones con referentes del sector europeo y en su último encuentro en Niza, Milei y Macron dedicaron una parte importante de la agenda al PNA. En relación a los desafíos, el líder del proyecto destacó que la cadena de suministros va a estar altamente exigida a nivel global y todavía no tienen definido cuánto van a necesitar de cada componente. Sobre disidencias políticas como obstáculo, el físico manifestó que su esperanza es que esto unifique a toda la población. ”No hay banderas políticas cuando uno tiene la oportunidad de convertirse en pionero en energía a nivel global. Es algo que va a beneficiar a todos los argentinos”, expresó. Además, explicó que le parecería extraño encontrar a alguien que se oponga a “estar a la vanguardia de una revolución tecnológica capaz de suplir el déficit energético”.
 
La polémica por el CAREM
Gadano definió al CAREM como un proyecto que le permitió soñar a la Argentina y Lacoste insistió en que es importante que se considere dentro del PNA. Fue un hito dentro del sector nuclear, ya que estableció características de diseño completamente innovadoras que fueron la base para que otros países desarrollaran conceptos de reactores casi idénticos, destacó Badrán. “Esa plataforma tecnológica es hoy un activo invaluable para el futuro del Plan Nuclear Argentino”, dijo el director ejecutivo de Nuclearis. “Fue un proyecto catalizador que posicionó a la Argentina entre los pocos paises del mundo con capacidad real para diseñar, construir, licenciar y fabricar un reactor nuclear completo”, señaló. El desarrollo comenzó oficialmente en 2007, pero la construcción recién arrancó en 2014. Cuando Mauricio Macri asumió, el avance total del CAREM estaba al 34,4%. Al terminar su mandato, Alberto Fernández la recibió en un 57,9% y la dejó en 64%. Circula un número que eleva el progreso al 85%, aunque esa cifra solo contempla la ingeniería civil y deja fuera la fase mecánica, puntualizan fuentes del proyecto: “El CAREM es más que eso. Todo lo referido a la mecánica estaba muy atrasado”. Además, advierten que, como los componentes internos no se desarrollaron en paralelo con la obra civil, en muchos casos deberán romperse estructuras ya construidas para poder instalarlos correctamente.

Entre las gestiones de Kirchner, Macri y Fernández se han invertido ya más de US$1000 millones en el CAREM. La administración libertaria actual frenó los desembolsos y el presidente de la CNEA, Germán Guido Lavalle, ordenó una revisión antes de seguir financiando. “La CNEA empezó a presentar el CAREM como un modelo comercial viable, pero en realidad es un prototipo muy complejo. Un SMR destinado al mercado debe ser mucho más simple”, advierte Gadano. Serquis manifestó que durante su gestión ya se había empezado a pensar en un proyecto de CAREM con intención comercial en el cuál se iban a vender módulos de 120 mW de energía. El prototipo en construcción solo tenía 32mW de energía y, aunque no seguía un objetivo económico, opina que es indispensable que se termine ya que sienta las bases del conocimiento que se necesita para el desarrollo de los siguientes reactores bajo un paraguas comercial. “No terminás el aprendizaje si no lo ponés en marcha”, aseguró la exfuncionaria. Pero el proyecto también sufrió críticas en relación a su tecnología, lo que afectó su prestigio inicial. “La Argentina dejó pasar la ventana de oportunidad: aparecieron diseños más avanzados y el CAREM quedó rezagado”, señala Badrán. Además, expertos del sector dijeron que había un riesgo de que, aun si se concluyera en 2028, el reactor podría no encenderse debido a sus falencias técnicas y dicho escenario podría traer graves consecuencias ante los ojos del mundo. “Hay componentes que no se demostraron que funcionan”, planteó Gadano. Serquis mencionó que estas acusaciones se hicieron sin evaluar los documentos que su administración dejó, en donde describían todos los problemas técnicos y las soluciones que habían encontrado. “Nosotros somos especialistas en solucionar problemas técnicos”, señaló. “Hubieron cuestiones técnicas a lo largo de los años. Las mismas que enfrenta cualquier desarrollo tecnológico”, confesó. A partir de la pausa del CAREM, la expresidenta contó que hay mucho talento que busca irse y expresó una preocupación por una potencial “desarticulación” del sector. El CAREM representó una apuesta por el desarrollo científico y tecnológico. Más que vender el reactor como un producto comercial, el objetivo era transferir ese conocimiento a otros países con recursos suficientes para invertir en esta industria. Finalizar el proyecto, según Gadano, fortalecería la marca país de la Argentina dentro del sector nuclear. Sin embargo, aclara que no se trata de un producto pensado para la escala comercial. “Así funcionan muchas veces las inversiones en ciencia y tecnología”, explicó. “Pero para poder terminarlo, la CNEA debe demostrar transparencia y estar dispuesta a rendir cuentas, aunque no sea una práctica a la que estén acostumbrados”.

La Nacion

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