Nacionales - El peronismo frente a Milei: ¿radicalización o muerte?

El PJ no encuentra la forma de enfrentar al oficialismo y teme licuar su identidad. La batalla electoral en la provincia de Buenos Aires empezará a despejar el camino del hacia 2027. Crecen las posiciones que piden una “radicalización” para recuperar la representatividad de sectores populares. Las enseñanzas de Varoufakis y el “tecnofeudalismo”. Cristina Kirchner desliza que puede quedar presa

General01/06/2025FabioFabio
PERON-MILEI

Una cuenta libertaria denominada “Peronistas con Milei” (@peronmilei) se reactivó con fuerza en las últimas semanas. Bajo el lema “Patria, trabajo y libertad”, promueven una mixtura entre las “verdades” justicialistas, la estética de los ’50 y la simbología del partido que supo ser sinónimo de poder desde la segunda mitad del siglo XX pero todo envuelto en un packaging violeta.

La apropiación iconográfica va por el camino de la provocación, como todo en el universo digital de los libertarios, pero opera en línea con el propósito deseado de ser un espacio “popular”, con anclaje emocional en segmentos humildes. “Perón es Milei”, fue uno de los posteos, tipo afiche de campaña, replicados por el ecosistema de La Libertad Avanza en redes.

Un abismo ideológico separa a ambos líderes, pero la sola mención de la consigna, en apariencia disparatada, lleva a una pregunta más ontológica: ¿qué es el peronismo hoy?

Más allá de los desastres de la gestión, la experiencia del gobierno de Alberto Fernández expuso al PJ al peor de los pecados: no ejercer el mando. Imperdonable en un partido con tradición verticalista de origen militar. Ese trauma inicial tiñó la dinámica de la que no sale desde entonces y cuya esencia quedó ejemplarmente ilustrada en la figura de la lapicera. ¿Quién la tiene? ¿La usa? ¿Cómo?

Desde el año pasado, las grandes discusiones fueron por la presidencia del partido a nivel nacional, la conveniencia de las primarias, el calendario de la elección de la provincia de Buenos Aires, y la confección de las listas legislativas. La mayoría de estas cuestiones están concentradas en la disputa inédita dentro del kirchnerismo, la facción dominante durante más de dos décadas, hoy con influencia reducida al conurbano.

Cristina Kirchner, por primera vez, enfrenta una disidencia de un “nacido y criado” por ella, Axel Kicillof, cuya rebeldía es desafiar la obediencia debida y tener un lugar en la toma de decisiones políticas. No hay ideas, ni epopeyas, ni contenido alguno en juego en la disputa entre dos bandos en una película que se adelantó a 2027.

El Presidente puso en crisis al peronismo cuando en 2023 obtuvo votos en bolsones de pobreza donde naturalmente se inclinaban por los candidatos del PJ. Eso abrió interrogantes de todo tipo: cuál es el sujeto de representación –si perdió o no la asociación con la clase baja- y qué promete hacia adelante.

Allá por 2013, Cristina eligió a Martín Insaurralde, un intendente en ascenso que aparecía en los programas de Marcelo Tinelli, para competir contra Sergio Massa, en una estrategia de parecidos en espejo. El slogan era “En la vida hay que elegir”. Le salió mal porque perdió (como todas las elecciones de medio término, excepto en 2005), y fue en ese trance cuando Carlos Zannini, cerebro jurídico y político, concluyó: “Cristina, no vendimos futuro”. Desde entonces, ese déficit se acrecentó porque el clamor por el voto estuvo más centrado en un recuerdo nostálgico cada vez más lejano, que en lo que ofrecían por venir.

“El peronismo no existe más. No tiene un desarrollo nacional”, sostiene, lacónico, un dirigente que transitó el espacio desde los 70 y aún da batalla en territorio bonaerense. Eso se notó en las primeras seis elecciones provinciales de este año, en la que no hubo una matriz ordenadora desde la cúpula y los resultados fueron magros. Con una oferta dividida en algunos distritos y en relación al reparto de bancas el panorama es así:

Salta: el PJ hizo la peor elección de la historia, no logró meter ni un legislador
Jujuy: quedó tercero.
Chaco: obtuvo el segundo lugar, con una pérdida de 10 puntos en relación a 2023.
San Luis: también segundo puesto.
Santa Fe: resultó segundo en las primarias, pero con la mitad de los votos que el ganador.
Capital: fue derrotado por LLA, con una fragmentación inédita del espacio de centro derecha, con lo cual desperdició una oportunidad única de victoria.

Este diagnóstico negro sobre el peronismo forma parte del análisis interno. Los más optimistas argumentan que en el recorrido histórico desde el retorno de la democracia hubo instancias en las que estuvieron peor. Es cierto que luego de cada derrota hubo tensiones. Después de caer con Raúl Alfonsín, en 1983, dos años después fueron divididos en la provincia (Antonio Cafiero vs Herminio Iglesias). En 1999, cuando ganó Fernando De la Rúa, todo estalló a punto tal que en 2003, las siguientes presidenciales, fueron en tres propuestas (Néstor Kirchner, Carlos Menem y Adolfo Rodríguez Saá). En 2015, a partir de la derrota de Daniel Scioli, hubo tres vertientes hasta 2019: los K, el peronismo federal y Sergio Massa, que ya venía escindido, con su Frente Renovador.

A pesar de la unidad (pegada con plasticola), la carencia de un relato y la licuación de su estructura es mayor. En términos comparativos, cuando ganó Mauricio Macri, el PJ detentaba un esquema de 15 gobernadores, sin contar eventuales aliados, y en la actualidad, 10 años después, apenas llega a 7. De esos, dos se encuadran dentro de las posturas del Gobierno (Raúl Jalil y Osvaldo Jaldo), dos cuestionaron la jefatura de CK (Kicillof y Ricardo Quintela), otro dos se mueven más cercanos al kirchnerismo (Gildo Insfrán y Sergio Ziliotto) y el último hace la suya (Martín Llaryora).

Es cierto que esa disolución se extiende a otros espacios, como la UCR y el PRO. ¿Qué tienen que ver Alfredo Cornejo, Martín Lousteau y Gustavo Valdes? ¿Rogelio Frigerio, Jorge Macri y Horacio Rodríguez Larreta? Sobre esa desarticulación de las identidades políticas nacionales se montó Milei con éxito porque –hasta ahora- una mayoría social le da crédito.

El lunes pasado Cristina Kirchner convocó al Consejo Nacional en la sede de Matheu al 100. En la evaluación del estado de situación, quedaron flotando al menos tres reflexiones compartidas por los presentes:

No es posible “provincializar” las estrategias electorales –como lo demostró el caso Macri- cuando LLA busca nacionalizar. Llamado de atención para Kicillof.
Deben salir de la dicotomía oficialista “Kirchnerismo o Libertad”, catalogada como una trampa. “Nos quieren juzgar a nosotros, cuando los que gobiernan son ellos. Hay que invertir eso”, explican.
Una candidatura provincial de Cristina aseguraría un triunfo en la tercera sección, la más poderosa; pero una postulación nacional le daría un efecto amplificador distinto a las listas, por lo menos de algunos distritos.

“Lo que tenemos que hacer es radicalizarnos y plantear cuestiones de fondo”, afirma un funcionario provincial. Esta postura es compartida en tribus enroladas tanto con CFK como con Kicillof. En esa lectura, proyectan que Milei se consolidaría con los apoyos de la clase alta y media alta en bloque –como ocurrió en CABA- es decir, más como un partido de derecha, que por ahora conserva el aval o la apatía de capas intermedias. “Nosotros, con esta idea de que tenemos civilizarnos para conseguir la clase media, perdimos los sectores populares”, completa.

La clase obrera fue en la década del 40 el núcleo central a partir del que se estructuró el peronismo. Eso fue cambiando con los tiempos, y el kirchnerismo se quedó con los retazos de esos trabajadores –en un mercado laboral en mutación- y los excluidos, alineados bajo el formato de los “movimientos sociales” nacidos de la crisis del 2001. Hoy, sostienen los que dan esta conversación partidaria, el PJ no encuentra cuál es el sujeto social a representar.

Los libertarios, que son un fenómeno en formación, simulan adaptarse con mayor eficacia a los nuevos tiempos. Interpretan cómo viene la ola, cómo usarla a su favor. En los últimos días, la agenda promovida por las redes contenía:

La reversión libertaria del canal infantil Paka Paka.
La pelea del Gordo Dan y Dalma Maradona.
El cuestionamiento a Ridardo Darín por el precio de las empanadas.
La eterna batalla contra Lali Espósito.
Otra pelea con Victoria Villarruel.

Son batallas fugaces que se desvanecen en el aire hasta que aparezca una nueva indignación. Le disputan espacio a temas reales, mucho más dramáticos, como el financiamiento y la prestación de servicio en el Hospital Garrahan.

En el peronismo admiten esta desventaja en la configuración pública y no hallan la manera de reformularse, en un momento de transición mundial. Lo explican, en gran medida, a través de “Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo”, escrito por el economista Yanis Varoufakis.

El ex ministro griego describe esa fase como un nuevo sistema de poder que viene a reemplazar al modelo capitalista tradicional. Así como en la Edad Media los señores feudales tenían el control de la tierra, ahora esa potestad está en manos de las plataformas digitales. Los siervos de aquella época son los usuarios de hoy, que entregan información sobre diversos aspectos de sus vidas, sin retribución alguna y con la contrapartida de nutrir con interacciones el algoritmo que termina luego determinando sus propias decisiones. La influencia y/o manipulación sobre la opinión pública adquiere una importancia trascendental.


Desde la izquierda, Varoufakis despliega una mirada ácida sobre lo que considera “nuevas formas de explotación”, en contracara de las corrientes de la “derecha tecnológica”, en sintonía con el trumpismo. Los libertarios navegan a sus anchas por ese océano inabarcable.

En la era de la híper nitidez, lo que va por el medio registra altas chances de ser aplastado. Por eso, los promotores de ir hacia el extremo agitan con que el PJ debe erigirse completamente en las “antípodas de Milei”, sin concesión alguna. En esa hipótesis, en el sinuoso trayecto hacia 2027, la preferencia sería ubicarse en la posición más radicalizada. Siempre que el peronismo/kirchnerismo optó por candidatos moderados para tener posibilidades en el balotaje, falló. Esta vez, insisten, hay que ir a todo o nada, con esencia concentrada, a la primera vuelta.

Por eso ya hilvanan medidas contundentes. “Lo primero que vamos a hacer es un decreto ómnibus derogando todo lo que hizo MIlei”, dijo a Infobae en Vivo Agustín Rossi, ex ministro de gestiones K y posible candidato a diputado nacional por Santa Fe. La lógica que manejan es simple: “No vamos a llegar al poder pidiendo permiso”.

El peronismo nunca tuvo devoción republicana, digamos que lo contrario, pero más que nunca creen que el cuestionamiento al Presidente por las formas, las jugadas la límite de la legalidad, la “crueldad”, y críticas por el estilo son verdaderamente inocuas. Y que son modalidades que la sociedad argentina ya vivió en otros tiempos, y no objetó. Como dice el tema de Serú Girán: “Mientras miro las olas nuevas, yo ya soy parte del mar”.

Aumenta la mirada negativa dentro del PJ acerca de la viabilidad del programa económico. No es lo mismo –dicen- la percepción social de que el plan marcha bien a que sea estructuralmente sólido. Baja de la inflación y dólar barato es una fórmula probada en Argentina para ganar elecciones, pero no para resolver problemas. Ellos la aplicaron, ellos lo saben. Dirá el Gobierno que esta vez es distinto porque, básicamente, no hay déficit fiscal ni emisión monetaria, pero esta es una historia en desarrollo.

“El septiembre arranca una nueva etapa porque se van a acabar los dólares”, vaticina un ex funcionario del equipo económico anterior. Eso, si ocurre, no va necesariamente a implicar un castigo en las urnas porque el rechazo a Cristina sigue siendo más alto que el repudio a Milei, y no hay otra opción en el horizonte.

El historiador económico Pablo Gerchunoff fue al hueso al dar cuenta de la ausencia de alternativa al Presidente: “En Argentina no hay un duelo entre dos modelos económicos. Uno dejó de existir. No busquen el desafío a Milei en el pasado”.

El peronismo ha demostrado espíritu de supervivencia durante sus 80 años de vida, cambiando de ropaje, de nombres, pero siempre con vocación de poder como condición sine qua non. Carece hoy de una propuesta económica distintiva y de la narrativa que va de la mano.

Cristina ejerce un liderazgo disminuido y cuestionado, especialmente alejado de lo que fue su electorado. Se mece sobre ella el desenlace judicial, con una definición pendiente de la Corte Suprema. En su último discurso, sus allegados tomaron nota de lo que venía diciendo en privado. Hablando acerca de que nadie termina en la cárcel por evasión de impuestos, lanzó: “Sí van a conocer otros presos y otras presas”. Lo afirmó con una sonrisa irónica, como despegándose de una profecía autocumplida.

Nadie puede garantizar cuándo se dispondrán los jueces a dictaminar sobre la causa Vialidad, pero de tanto en tanto vuelven las versiones de que lo haría antes de las elecciones. Más allá de qué impedimentos pesarían sobre la ex presidenta, es impredecible el impacto político de semejante movida.

Infobae

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