Dos viajes, nueve ciudades y una guerra casi perdida: así fueron las visitas del único Papa que pisó suelo argentino

Sólo Juan Pablo II visitó el país como Sumo Pontífice. Fue apenas antes de la rendición en Malvinas y, luego, ya en democracia. Llegó a reunir dos millones de personas

General29/04/2025FabioFabio
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Alfonsín recibió al Sumo Pontífice en 1987: se entrevistaron de forma privada en la Casa Rosada y compartieron un acto en el Salón Blanco

“¿Por qué no vino a la Argentina?”. La pregunta sobre porqué el papa Francisco no visitó su país natal ya convertido en Sumo Pontífice resonó durante todos estos días, desde que el lunes 21 se conoció la noticia de su muerte. Jorge Mario Bergoglio tomó un vuelo a Roma para participar del cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XVI y el elegido fue él. Nunca más volvió a la Argentina, aunque a lo largo de su pontificado aseguró varias veces que tenía intención de hacerlo.

La respuesta a porqué Francisco no pisó suelo argentino durante su papado es insondable: se repitió hasta el cansancio que quedaría en medio de disputas políticas, que cuando estaba decidido a venir su estado de salud no se lo permitió, que su trabajo ahora se extendía al mundo entero. Pero aunque la pregunta rebotó incansablemente, sólo Francisco conocía íntimamente la respuesta.

Hubo, sí, y no tantos años atrás, un Papa en suelo argentino. El único Sumo Pontífice en visitar la Argentina fue Juan Pablo II, quien estuvo en el país dos veces, en 1982, apenas unas horas antes de la rendición en la Guerra de Malvinas, y en 1987, ya en democracia.

El llamado “Papa viajero”, que durante su pontificado hizo más viajes oficiales que todos sus antecesores juntos, conmovió a los argentinos en los siete días y medio que pasó en el país entre sus dos estadías.

La búsqueda de paz en medio de la guerra

La primera vez que un Papa estuvo en el país fue en junio de 1982. Juan Pablo II, que era la máxima autoridad de la Iglesia Católica desde octubre de 1978, llegó al territorio nacional el 11 de junio, cuando el enfrentamiento bélico entre Gran Bretaña y la Argentina estaba a punto de llegar a su fin.

La visita del polaco se gestó de forma vertiginosa. Juan Pablo II tenía previsto un viaje protocolar a territorio británico, y eso desencadenó que esa estadía fuera leída, en primera instancia, como una muestra de apoyo al gobierno de Margaret Thatcher en plena guerra.

El Vaticano organizó rápidamente “la contraparte” de ese gesto: un viaje a la Argentina que permitiera dar cuenta de que el Papa estaba, sobre todo, a favor de la paz, y no abogaba por ninguno de los dos contendientes.

La llegada del Papa fue a las 9 de la mañana, directa desde Roma. A Juan Pablo II lo esperaban treinta horas de actividad intensa en nuestro país, que estaba a punto de perder la guerra que Leopoldo Fortunato Galtieri, uno de los presidentes de facto de la última dictadura militar, encabezaba políticamente de este lado del Atlántico.

Cuando el Papa llegó a la Argentina, llovía intensamente. Juan Pablo II había viajado el 28 de mayo a Reino Unido, un territorio que jamás antes había visitado un Sumo Pontífice. Se trataba de un gesto inédito desde que, en el siglo XVI, el rey Enrique VIII había roto las relaciones diplomáticas con Roma y se autoproclamó líder de su iglesia.

Había que “contrapesar” esa visita en medio de un conflicto bélico que se había desatado el 2 de abril, cuando Galtieri envió tropas a las islas, en ese momento ocupadas por el Reino Unido.

Aunque no se quiso mostrar como un “mediador” de forma explícita, Karol Wojtyla -ese era el nombre con el que lo habían bautizado en su Polonia natal- modificó su agenda para llegar al país. Ya le había reclamado una salida pacífica a Isabel II, y vendría también “en son de paz” a nuestro país.

Treinta horas y dos multitudes
En las treinta horas que pasó en la Argentina, Juan Pablo II recorrió la Avenida de Mayo en un Papamóvil creado especialmente para la ocasión. Más de un año antes, en mayo de 1981 y en la plaza de San Pedro, habían atentado contra su vida: Ali Agca, un ciudadano turco que estaba en el Vaticano, le había disparado cuatro balazos.

Desde ese momento, las medidas de seguridad para proteger al Sumo Pontífice se endurecieron: el vehículo que lo trasladó, un Ford F-350, era originalmente una grúa de auxilio del Automóvil Club Argentino (ACA). Pero rápidamente se adaptó y se montó un habitáculo con cristales antibala para que allí Juan Pablo II pudiera circular sin riesgos.

Ese Papamóvil se exhibe ahora mismo en la calle, en la sede central del ACA, sobre la avenida Del Libertador, y estaba previsto que lo usara Francisco en una visita a nuestro país. Habitualmente, es exhibido en el museo que depende del ACA.

En 1982, tras circular por Avenida de Mayo, Juan Pablo II se reunió con Galtieri y los otros dos integrantes de esa Junta Militar, el almirante Jorge Anaya y el brigadier Basilio Lami Dozo. Ya había intervenido en el conflicto entre Argentina y Chile por el canal del Beagle apenas se había iniciado su papado, ayudando a acercar las posiciones entre ambos países, y ahora buscaba la paz en un nuevo conflicto, que por esos días vivía sus combates más sangrientos.

El Papa ofició una misa en la Catedral y viajó hasta Luján, donde brindó una multitudinaria celebración religiosa frente a la enorme basílica de esa ciudad. Se estima que unas 700.000 personas presenciaron ese ritual católico en una ciudad a la que habían llegado fieles de distintos puntos de la Argentina y de países limítrofes, especialmente desde Uruguay. Las casas de familia se abrían para alojar a quienes lo necesitaran.


“Mi presencia acá quiere hoy significar la prueba de ese amor en un momento histórico tan doloroso para vosotros como lo es el actual”, expresó Juan Pablo II en su homilía, y sumó: “Mi visita quiere estar marcada por el mismo carácter pastoral y eclesial que la colocan por encima de toda intencionalidad política. Es simplemente un encuentro del padre en la fe con los hijos que sufren”. El Sumo Pontífice enfatizó la importancia de “la paz de Cristo sobre las víctimas de ambos bandos del conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña”. También pidió por “las familias que lloran la pérdida de un ser querido”.

Al otro día, antes de irse del país, el Papa se presentó en el Monumento de los Españoles, a unas cuadras de Plaza Italia: reunió a dos millones de personas. “¡Hasta pronto, Argentina!”, dijo al irse, y dejó la puerta abierta a una nueva visita. Mientras tanto, en el Atlántico sur, la batalla de Monte Longdon dejaba el mayor saldo de muertes en la Guerra de Malvinas. Faltaban apenas dos días para que las fuerzas nacionales firmaran la rendición ante Reino Unido.

Un viaje en democracia
Casi cinco años después de aquella primera visita, Juan Pablo II viajó por segunda y última vez a la Argentina. El escenario había cambiado: desde diciembre de 1983, la democracia estaba de regreso. Aunque su fragilidad se revelaría apenas unos días después de que el Sumo Pontífice dejara el país en 1987, cuando se produjo el levantamiento carapintada de Semana Santa.

El Papa polaco llegó a Aeroparque el 6 de abril de 1987: había cientas de personas esperando su aterrizaje en los alrededores de esa base aérea, en la que lo recibió el presidente Raúl Alfonsín. Un rato después, compartieron una reunión privada en la Casa Rosada y hubo, desde ya, una postal del Sumo Pontífice en el célebre balcón. Es que miles de personas había llegado hasta la Plaza de Mayo para corear su nombre y esperar un saludo.

La actividad más multitudinaria que encabezó Juan Pablo II fue el encuentro por la III Jornada Mundial de la Juventud que presidió en un escenario montado sobre la Avenida 9 de Julio, en su cruce con Santa Fe. La avenida más ancha del mundo estaba repleta: se veía gente hasta Avenida de Mayo. Era Domingo de Ramos, el anterior a la Pascua, y el Papa dirigió allí uno de los 26 mensajes pastorales de ese viaje de seis días en el que recorrió grandes ciudades de la Argentina.

Estuvo en Bahía Blanca, Tucumán, Corrientes, Mendoza, Viedma, Salta, Paraná y Rosario, además de los actos y ceremonias que presidió en la entonces Capital Federal. Se reunió con sindicalistas y trabajadores en la capilla del Mercado Central, con empresarios en el Luna Park, con unos 1.500 referentes de los pueblos originarios en Salta, y con líderes de otras religiones en Buenos Aires.

Su gira de seis días prácticamente no tuvo descanso: Juan Pablo II tenía en ese entonces 67 años. Tal vez la declaración más contundente haya sido en su parada en Córdoba. Allí, en una Argentina que debatía la Ley de Divorcio, el Sumo Pontífice aseguró que observaba “signos preocupantes de degradación en relación con algunos valores fundamentales del matrimonio y la familia”.

En esa misma gira, el Papa también visitó Uruguay y Chile, y tal como había hecho en 1982, se movió en Papamóvil. De nuevo estuvo en la Catedral, se presentó ante las máximas autoridades de los tres poderes en el Salón Blanco de la Casa Rosada y conoció el Teatro Colón.

Recibió como homenaje la versión de una canción de cuna polaca preparada por un coro mendocino y un rosario hecho de plata y de rodocrosita, la piedra nacional argentina: se lo regaló Alfonsín. Tuvo que hacer un chiste a la multitud cordobesa que gritaba su nombre entrada la madrugada para que lo dejaran dormir al menos unas horas y, cuando ya estaba emprendiendo el regreso, pidió sobrevolar Luján: quería volver a ver esa basílica que había conocido en su primer viaje a la Argentina.

Ofició una misa en la cancha de Vélez, ante unas 30.000 personas, y en la 9 de Julio lo escucharon un millón de personas. Nunca antes un Papa había celebrado la misa del Domingo de Ramos fuera del Vaticano.

“¡Hasta siempre!”, dijo Juan Pablo II al despedirse en ese segundo viaje. Era una despedida distinta a la primera: dejaba ver que ya no habría una nueva visita suya. Tampoco viajó a la Argentina su sucesor, Benedicto XVI, ni Francisco, el primer Papa no sólo argentino sino también americano.

¿Será el destino de alguno de los viajes del próximo líder de la Iglesia Católica? El 7 de mayo empieza el cónclave para definir quién ocupará ese lugar, el de heredero de San Pedro. El tiempo dirá si Argentina recibe a ese próximo Papa, pero para eso todavía falta.

Infobae

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